ARQUITECTURA y ALZHEIMER

La vivienda como recurso terapéutico.

El mundo envejece y envejece deprisa, esta es la primera premisa a tener en cuenta. Ésta realidad afecta e impacta de forma global en todo el mundo. El fenómeno es interpretado de la siguiente forma: hay más personas mayores porque existe una mejora en la calidad de vida, pero también se deduce de que aumenta el envejecimiento en términos relativos porque hay menos jóvenes.

Cubrir las necesidades propias de los adultos mayores tiene una especial implicancia en el área de la Arquitectura, involucra ofrecer una vivienda que reúna las mejores condiciones dentro del espacio físico de la vivienda, un cuidado especial en el entorno, pero por sobretodo una tipología adecuada. Podemos concluir entonces que esta población demanda una vivienda que se adecue a sus necesidades pero que, a su vez, le permita vivir de una forma independiente y segura el mayor tiempo posible.

Hasta ahora, siempre que se pensaba en servicios residenciales para adultos mayores, surgía la idea de viviendas en carácter de usufructo. En los últimos tiempos se impone la idea de “viviendas con servicios”. Pero el concepto de “servicio” ha quedado reducido a una vivienda a la que se le adosa una serie de asistencias exclusivamente, sin que se contemplen las necesidades propias del usuario que utilizara la vivienda y que realizará en ella la tarea de vivir.

El problema se puede entender desde dos puntos de vista uno desde el profesional que la diseña (el Arquitecto) pero también debemos analizarlo desde el punto de vista del usuario.

El mayor problema se centra en que cuando se construye una casa, o se la re diseña, se piensa en casas eternas, que nos duren para toda la vida. Pero ¿acaso los hombres tenemos las mismas necesidades durante toda nuestra vida? A las viviendas, si se les hace un mantenimiento continuo, pueden llegar a ser milenarias, el hombre por el contrario tiene fecha de caducidad.

La dicotomía entre la casa y el hombre, se basa principalmente en el pensamiento de que “las casas nos deben durar para siempre”. Generalmente a las casas las hacemos, o las compramos cuando somos jóvenes y pretendemos terminar nuestros días en ella, claro que la realidad social y económica de nuestro país no permite mucho más que eso. Pero, las necesidades que teníamos a los treinta no son las mismas que a los cincuenta mucho menos a los setenta, por lo tanto nuestras casas generalmente no acompañan ni siquiera los procesos biológicos que los hombres sufrimos. Llega un momento en la vida del hombre, un poco antes un poco después, en que el deterioro físico y psíquico empieza a hacerse notable.

Cuando el usuario de la vivienda es un paciente afectado por cualquier tipo de demencia, lo hace un paciente especial, que requiere de cuidados especiales. Por lo tanto, el medio físico donde se desenvuelve esa persona, debe estar lo suficientemente pensado para poder generar una libertad tal, que le permita la mejor calidad de vida dentro de un medio seguro y confortable.

El ataque a la enfermedad se orienta en 3 puntos: el tratamiento farmacológico, el tratamiento social, y el ambiente físico. Desde el punto de vista de la Ergonomía nos vamos a centrar en el último punto, el ambiente físico, o sea la vivienda. Cohen y Wiesman, Ergónomos Americanos que se dedican al estudio del Alzheimer, afirman que “en cuanto al progreso de la enfermedad, la interacción con el ambiente físico puede minimizar algunos efectos negativos propios de la enfermedad”, no solo en lo relativo a la seguridad sino al individuo mismo, el carácter, el estado de ánimo, la excitación… o sea no solo lo que compromete la integridad física de la persona sino también a lo relativo a los conflictos a nivel psíquico.

Generalmente los pacientes con Alzheimer continúan lúcidos por muchos más tiempo del que creemos, aunque no reconozcan a un familiar, están capacitados físicamente y mentalmente para continuar haciendo las actividades que hacían en el día a día. Por lo tanto el Ambiente Físico debe estar orientado hacia la seguridad y la prevención, de las actividades que puedan realizar estas personas. Muchas veces cometemos el error de tomar como punto de partida para esto, todo lo relativo a las normativas para viviendas para discapacitados motrices. Debemos comprender que la persona con Alzheimer no es un discapacitado motriz, tiene deficiencias mentales, cognitivas, pero en las primeras etapas de la enfermedad, no presenta discapacidades motrices.

Cómo respuesta a todos los síntomas propios del paciente del Alzheimer, el espacio como recurso terapéutico debe apuntar a preservar la dignidad, mejorar la calidad de vida y maximizar la independencia de la persona.

Maximizar el sentido de la orientación:

Permitir que la persona pueda fácilmente descodificar la información del ambiente. Esto les hace sentirse parte del mundo que lo rodea, ser independiente. Por ejemplo, que la persona puede fácilmente reconocer el camino al baño dejando una luz encendida, colocar una luz piloto de poca intensidad y de color en la puerta del baño. Un pasillo libre de obstáculos, poca decoración en los ambientes, espacios iluminados, permiten que la persona pueda reconstruir el mapa mental de la acción.

Permitir la sociabilidad:

Permitir el contacto con otras personas de forma casual o planeada. Una necesidad básica del ser humano es la del contacto social, de la intercomunicación, por lo tanto colocar a la persona con Alzheimer en una zona de tránsito (living, el porche de la casa, en el interior de la vivienda junto a una ventana, etc) le permite estar en contacto con otras personas. Se ha estudiado que la soledad, lleva a una depresión de las funciones mentales. Por el contrario, un estímulo constante a la comunicación ejercita la memoria y el razonamiento.

Mantener la privacidad;

Preservar la necesidad de intimidad es fundamental para personas que viven en asilos, donde hay una pérdida total de la identidad y de los afectos. El peor error que podemos cometer con un enfermo de Alzheimer es sacarlo de su entorno y exponerlo a un espacio totalmente público. De la misma forma que la persona necesita estar en un medio social, necesita de su espacio íntimo.

Estimular la personalización del ambiente:

Las personas necesitamos dominar el espacio. El ambiente refleja a la persona, es una manifestación de nuestra propia imagen. En mucho asilos del primer mundo, se insita a las personas a que diseñen sus ambientes con sus pertenencias, desde la cama, un cuadro, una foto, un juguete. Para aquellos que son quitados de su entorno familiar por distintas causas, siempre es recomendable que cuenten con algo propio, suyo, que le permita asociarlo con su identidad.

Brindar seguridad y protección:

Este punto se relaciona con la seguridad del espacio para prevenir accidentes en el día a día. Esto se puede subdividir en necesidades físicas y necesidades cognitivas. Aquí son más importantes las necesidades físicas por el riesgo que implican, como por ejemplo, duchas, inodoros (bidet), cocinas. En el Uruguay contamos con extensas normativas de accesibilidad al medio físico de UNIT, que son de gran calidad y se puede aplicar para este punto.

Reforzar la posibilidad de realizar actividades diarias:

Los pacientes con Alzheimer acumulan un exceso de energía que de alguna forma deben gastar, por eso es bueno que si el paciente no realiza ninguna actividad diaria, al menos pueda hacer alguna actividad física (caminar, por ejemplo). Muchos autores incitan a que los pacientes puedan realizar actividades cotidianas, barrer, lavar, hasta cocinar, claro que con la supervisión constante de otra persona.

En cuanto a lo específico del ambiente y su relación con los pacientes lo centraremos en cinco factores ambientales que denominaremos “los cinco factores del buen diseño”.

La Iluminación.

Tan malo es una iluminación excesiva como una iluminación pobre. El tema de la iluminación es difícil de encarar porque las necesidades de una persona mayor son muy diferentes a la de un joven. La iluminación es esencial para percepción de un ambiente. La iluminación natural sería lo correcto, pero este tiempo de iluminación produce contrastes, luces y sombras. Una sombra puede producir miedo al no ser fácilmente reconocible, se puede confundir con un pozo o con un hueco. La luz natural también puede producir claridad excesiva o encandilamiento cuando es reflejada por una pared clara. Lo mas adecuado sería la combinación de luz natural y artificial, claro que existe un factor económico a tener en cuenta.

Se recomienda que se utilice iluminación artificial indirecta, o sea donde la lámpara no se vea, de esta forma se evitan las sombras proyectadas, sobretodo en el piso donde se pueden confundir con un escalón y en el caso de que sí exista un escalón, iluminarlo de la mayor forma posible.

Ruido.

La pérdida auditiva asociada a la edad avanzada es una de las características que prevalecen entre las personas mayores. Un individuo con pérdida auditiva, suele confundirse o asustarse con facilidad frente a un sonido que no pueden reconocer. Las personas con Alzheimer suelen ser incapaces de identificar sonidos y por lo tanto, suelen aumentar su desorientación. Un nivel excesivo de ruido puede causar irritación, dolencias, ansiedad, frustración, entre otras cosas. Muchos factores de una ambiente pueden ser agentes estresantes, recordemos que el paciente con Alzheimer es fácilmente irritable, por ejemplo el tic tac de un reloj, una radio encendida, la televisión, hasta una conversación, pueden ser causa de estrés y por lo tanto irritar a la persona.

Temperatura.

Las personas mayores son mas susceptibles a trastornos respiratorios, principalmente porque tienen una mayor pérdida de temperatura (menor masa grasa, actividad física). Según el Instituto Americano de Arquitectura la temperatura ideal de un ambiente debe ser de 23.88º, pero es importante tener en cuenta que una persona con Alzheimer puede no percibir correctamente cual es su nivel de confort, por lo tanto puede estar sudando y decir que tiene frío.

Recomendación: siempre posibilitar la ventilación natural y en el caso de ser artificial o forzada, prever que no condicione la temperatura del ambiente.

Psicología del color.

Existe una vasta experiencia en el estudio de la relación del hombre y los colores; colores que influyen en el sueño, en el estado de alerta, en la salud y las emociones. Con el avance del tiempo hay una potencial pérdida de la capacidad de reconocer los colores fríos (azules, verdes), por el contrario, es más fácil reconocer los colores calientes y los que tienen alto grado de brillo (rojos, amarillos). Hay una fuerte pérdida de la capacidad de reconocer los colores secundarios al punto que se pueden confundir (rosado, lavanda). Así mismo, los colores calientes son estimulantes, mientras que los colores fríos, son sedantes (calmantes).

El color también puede ser una herramienta para permitir la orientación de las personas, por ejemplo pintar de colores diferentes las salas de uso público, salidas, el dormitorio, baños etc.

Mobiliario.

Con el paso del tiempo el movimiento físico se hace más difícil asociado a la posibilidad del dolor ante cualquier tipo de movimiento (artrosis, artritis, etc.) esto hace que la persona pierda su flexibilidad. La pérdida de movilidad en la persona genera nuevas posturas para mantener el equilibrio, por lo que cada postura debe ser considerada, para la elección del mobiliario. Las sillas por ejemplo, son un caso específico de estudio, ya que generalmente utilizamos la misma sillas para todas las posturas, comer, descansar, dormitar, etc.

Lo primero a considerar es que no existe una persona igual a la otra, por lo tanto la altura de la silla no es igual para todos, debe además tener estabilidad; que no se desplace, que tenga apoyabrazos para facilitar operaciones de entrada y salida (silla de descanso); facilidad para la toma de asiento, soporte firma para sentarse, reclinarse y facilitar el levantarse. Se aconseja tener más de una silla para cada función del paciente, por ejemplo para comer, se recomienda una silla sin apoya brazos.

Los sofás o poltronas, no son recomendables, generalmente son muy bajas, mullidas, por lo que dificultan la operación de entrada y salida de la persona. NUNCA USAR SILLAS CON RUEDITAS.

Postura acostado: gran parte de los accidentes que sufren las personas con Alzheimer se dan en la operación de salida de la cama. Una fractura puede significar un cambio radical en la vida y en la calidad de vida de la persona. Una buena iluminación en el dormitorio puede ayudar a evitar accidentes. Generalmente las camas de hospitales o geriátricas son muy altas y estrechas, es recomendable que la persona mantenga su cama, regulando su altura por un tema de seguridad y evitar la presencia de obstáculos en el entorno cercano.

En lo que atañe a la vivienda, debemos cambiar la cabeza, la vivienda debe estar al servicio del individuo y no al contrario… Nuestras viviendas deben estar ajustadas a nuestras necesidades, ese debe ser el objetivo de la vivienda.

Arq. Federico Ferreira Resende – Ergónomo

arqferreira@adinet.com.uy

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